LA ESENCIA DE XADANI
FUEGO Y AGUA
Leyenda
Por Pedro Mateo Pablo
Hace tiempo, en el transcurso de la era de los zapotecas, existió Alarii, el joven cuya gallardía era envidiada por lo hombres y amada por las mujeres; destinado a convertirse en un gran guerrero por ser de buena casta, desde pequeño se marchó a un señorío mexica cercano donde fue instruido e hizo carrera militar. Con los años adquirió celebridad por su fuerza y valentía que lo hacía sobresalir entre los demás guerreros águila; los otros guerreros le temían y arrancaba suspiros entre las mujeres. Era tal su valentía, popularidad, y la admiración que le profesaban que se volvió soberbio, indisciplinado y muy enamoradizo, y fue expulsado de la cepa de guerreros águilas. Decidió regresar con los suyos, los zapotecas; sin embargo, su condición física, arrojo y fama le habían granjeado ya gran gloria y fortuna con las mujeres en todos lugares, y se volvió un libertino, y no hubo mujer que se resistiera a sus encantos, llegando a tener apasionados amoríos con mujeres casadas.
Sin embargo sus dotes y ardides de gran seductor con las mujeres no le habían ayudado de mucho para enamorar a la hermosa Guié, que según la leyenda, era pariente lejana de la diosa Tonantzin, y que nunca sucumbió a sus encantos. El guerrero se enamoró apasionadamente de ella y el rechazo lo volvía loco de amor. Herido su orgullo de hombre, Alarii comenzó a llevar una vida de riesgos y peligros, casi suicida; se enfrentaba a feroces jaguares y a despiadados guerreros de otros señoríos aparentemente sin motivo alguno.
Un día a la muchacha se le conmovió el corazón y le dijo que ya no tomara; lucía tan bella que el guerrero se extasió. ¿Qué había sucedido?. Una de tantas noches, la diosa mexica Mayahuel lo guió hacia las afueras del pueblo donde había campos cultivados de maguey. Ahí se le apareció Guié, la de remoto parentesco con Tonantzin, que se le presentó desnuda y le dio de beber agua extraída de la piña del maguey más lozano, vigoroso y grande de aquel cultivo. Guié le hizo el amor y le dijo que nunca más podría vivir sin él. Pero, quién era esta mujer. Durante muchas noches, continuó acaeciendo lo mismo; algunos rumorearon que aquella mujer era la Matlacihua; otros, aseguraban que no. Todo había sido confuso, aun para el mismo guerrero.
Noches después, descubrió algo: la mujer voluptuosa, divina, nació de la semilla del maguey, y como si ella fuera el maguey mismo, su cuerpo femenino, desnudo y erótico creció prematuramente; así se formó ella, y esto fue lo que le confesó al guerrero, que ella era hija del maguey. Pero, el guerrero no quiso saber más; pues, ahora ellos habían iniciado un romance lleno de pasión, de entrega absoluta. Sus besos y caricias, su cuerpo joven y exquisito pegado a él lo volvían loco cada noche. De forma extraña, ella iba a ser el mezcal nuevo como un elixir afrodisiaco surgido de su carnoso cuerpo al igual que el mezcal surge de la cepa del maguey. Las noches que le hizo el amor, olvidó a Guié. Cada noche que la tenía en sus brazos, eran una sombra sola bajo la luz tenue de la luna, y sentía como si al amarla, el cuerpo de Xadani fuera agua que calmara su ansiedad y corazón inquieto; como si al amarla fuera a la vez fuego cual pasión que quemara su sangre y entrañas por dentro sin causarle daño alguno, llevándolo a un mundo de éxtasis y placer a plenitud.
Y se convirtió en esclavo de aquella lujuriosa mujer. El guerrero dejó de ser dueño de sus emociones y de sus pensamientos y sólo pensaba en ella y vivía para ella. Y fue tanta su perdición hacia aquella libidinosa mujer que sólo deseó estar con ella todo el tiempo y hacerle el amor y entregarse por completo en cuerpo y alma a Xadani o a Guié, quien quiera que fuera aquella joven.
Pero, he aquí que ocurrió algo muy extraño: Cuando la diosa Mayahuel vio que el guerrero estaba bajo el embrujo y dominio total de Xadani, una noche se apareció junto con aquella enigmática mujer justo en el momento en que se reuniría con el muchacho y le dijo:
—Guié es Xadani. Tonantzin y yo quisimos darte un escarmiento.
—Sí. Ahora lo sé. Me han seguido hasta acá, mi tierra. Ustedes son malas y llevan el signo de la mala suerte —contestó el joven guerrero.
—No volverás a verla nunca más —sentenció simplemente Mayahuel.
Y acabando de pronunciar estas palabras, el cuerpo de la bella mujer cayó exánime como si cuerpo y alma hubieran sido absorbidos por el maguey; no de un modo grotesco, antes bien como si se fundieran en un sólo cuerpo, como materia y alma unida que eran. Al ver esto, el joven guerrero imploró a la diosa Mayahuel que la volviera una mortal, pues él la amaba. Sin embargo, la diosa le dijo que no.
Pero, aquel maguey era la esencia de aquella mujer. Antes de irse, la diosa Mayahuel cortó de manera sorprendente con sus delicadas manos un pedazo de la cepa y se la dio a oler al extrañado guerrero y le dio de probar el mezcal cuyo sabor y aroma le evocaron a Xadani, extrañamente era mezcal que fluía de la piña; era el sabor de sus besos, la suavidad de sus caricias, el aroma de su cuerpo y de su alma retenidas y guardadas en mezcal: Esencia de la joven amada.
Fue entonces que el soberbio guerrero, arrepentido, se llenó de humildad y se volvió campesino; apartado de su gente, viviendo a las afueras del pueblo cerca de donde tuvo sus encuentros amorosos y donde se hallaba aquel maguey. Ese maguey, único en su especie no sólo por tamaño y singularidad, fue extremadamente cuidado por el ahora jimador y procuró cultivarlo y cuidar con suma delicadeza su semilla, y así lo hizo. Cultivó con amor aquel maguey, y de la semilla de ese maguey, obtuvo y sembró muchas más semillas hasta obtener centenares de agaves y de éstos extrajo aquel exquisito mezcal, esencia de la erótica Xadani, que le recordaba el fuego de su pasión y el agua que calmaba su ansiedad. Se decía que en ocasiones, por las tardes, se sentaba a la orilla de su choza a tomar aquella bebida que le evocaba a su preciosa amada, y a cada trago suspiraba por ella.
Hay una imagen que refiere esta leyenda: se trata de la de un joven, con un jiote terminado en punta de pala entre las manos, que busca cultivar el maguey para luego extraer de su cepa el exquisito mezcal. Este joven simboliza al joven zapoteca que alguna vez fue un prestigiado y respetado guerrero y el cual por su soberbia fue castigado y recompensado a la vez por la diosa Mayahuel.